HERACLIO BONILLA Y LA HISTORIA DE LA POLÉMICA
SOBRE LA INDEPENDENCIA PERUANA. [1]
“Los libros que el mundo llama inmorales son los libros que muestran al mundo su propia vergüenza.”
(Oscar Wilde).
Daniel Morán
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
SOBRE LA INDEPENDENCIA PERUANA. [1]
“Los libros que el mundo llama inmorales son los libros que muestran al mundo su propia vergüenza.”
(Oscar Wilde).
Daniel Morán
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
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Publicado en Praxis en la Historia. Revista del Taller de Estudios Histórico – Filosóficos. Año V. Número 6. Diciembre del 2007. Lima – Perú – UNMSM. Págs. 25 – 40 [Este trabajo ha sido ampliamente aumentado y corregido en comparación a la edición anterior].
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INTRODUCCIÓN
El estudio del proceso de independencia de Hispanoamérica ha sido un tema recurrente en la historiografía. Para la década del sesenta Pierre Chaunu afirmaba que en los últimos diez años, de los 50,000 títulos registrados, le están consagrados del 30 al 35%[2]. Aquel interés sería el resultado de las celebraciones por los 150 aniversarios de dicho acontecimiento.
En el caso peruano, 1971 significó la apertura, publicación y difusión en serie de trabajos, artículos y libros al respecto. Incluso, el gobierno de turno, nombró una comisión especial para recopilar y publicar una inmensa colección documental sobre la independencia. El resultado final fue más de cien volúmenes de documentos impresos. Asimismo, el régimen militar proclamó haber iniciado la segunda emancipación del Perú.
Eran los tiempos de oro de los historiadores. La historia cumplía en esos momentos un papel crucial en la creación de imágenes y discursos entorno al ideal del patriotismo nacional y la revolución. El Estado utilizaba a la historia como un instrumento efectivo para legitimarse en el poder. Así, 1821 y 1971 fueron asociados rápidamente. El pasado servía al presente, lo inconcluso ahora era llevado a su realización final; en palabras de los militares, la “liberación” definitiva del pueblo peruano.
Es, en esa coyuntura, que aparece el libro editado por Instituto de Estudios Peruanos La independencia en el Perú. Su tesis principal – “la independencia fue concedida más que obtenida” – causaría revuelo en el ambiente intelectual del país. A partir de entonces surge la confrontación de dos maneras de comprender e interpretar la época de la independencia, “una suerte de combate: historia contra historia.” [3] Precisamente, la investigación que desarrollamos a continuación tiene el objetivo de exponer y explicar ese conflicto. Para ello, analizaremos al historiador, su obra y el contexto histórico en el cual escribe. Es decir, a Heraclio Bonilla, su libro La independencia en el Perú, y los acontecimientos que suceden entre las décadas de los 50 y 70. Se hará explícito los factores externos e internos del surgimiento de la Nueva Historia en el Perú. Bonilla es ubicado dentro de aquella tendencia historiográfica que marca una ruptura con la vieja historia hasta ese instante elaborada. Luego realizamos una aproximación a 1971 y la celebración del Sesquicentenario de la Independencia Nacional. Como consecuencia de lo anterior, reconstruimos la historia de una polémica entre la Nueva Historia y la tradicional. Finalmente, presentamos las principales tesis y argumentos de ambas historiografías en pugna.
EL HISTORIADOR Y EL CONTEXTO HISTÓRICO EN QUE ESCRIBE
Edward H. Carr considera que antes de estudiar historia se debe conocer al historiador, incluso agrega, antes de examinar al historiador debemos indagar su ambiente histórico y social.[4] Aquí subyace la idea capital de estudiar al historiador en el contexto en que escribe, pues, él es producto de la historia y de la sociedad en que se desenvuelve. Además, “la historia cambia, se reconstruye de acuerdo a las necesidades de cada generación, se adapta a las urgencias de una época.” [5]
Así, los historiadores interrogan a la historia para tratar de encontrar una respuesta a su problemática actual. La interpretación que hacen de ella termina reflejando los dramas y las crisis de su propia sociedad.[6] Sin embargo, aquello no quiere decir que el historiador traslade al pasado los rasgos características del presente, ni mucho menos, que todas las conclusiones a las que llegue tenga por ello un carácter subjetivo.[7] Al afirmar que el historiador, al investigar el pasado, parte de las necesidades del presente; nos referimos que “el presente no hace más que plantear un problema al historiador. La respuesta a ese problema la da el estudio del pasado.” [8]
En ese sentido, es de vital importante situar al historiador a través de la historia, entender que en su formación intelectual y a lo largo de su vida académica y, tal vez, política; él es configurado y nutrido por diversas imágenes y concepciones existentes de la realidad que pertenecen a un tiempo y espacio determinado. Por lo tanto, su producción historiográfica se verá influenciada de aquel entorno del cual forma parte.
Hechas estas aclaraciones de principio, y en base a la premisa de que el historiador es hombre de su propio tiempo, pasamos a analizar el caso de Heraclio Bonilla y el surgimiento de la Nueva Historia enmarcado en las transformaciones que se venían generando en la sociedad peruana y el ámbito internacional.
En palabras de Paulo Drinot:
“Los 70 fueron una década de revolución en la historiografía peruana. En esa década, un puñado de investigadores repensó, reescribió y hasta cierto punto, reformularon mucho de la historia del Perú.” [9]
Aquella revolución historiográfica recibiría el nombre de la Nueva Historia. Una forma novedosa de comprender y explicar el desarrollo económico y social de las sociedades humanas a través del tiempo. El contexto histórico en que ella surge ha sido sintetizado de la siguiente manera:
“Tanto los factores globales como los factores locales pueden ayudarnos a dar cuenta de la emergencia de la Nueva Historia. Globalmente, la Guerra de Argelia, la Guerra de Vietnan, y sobre todo, la Revolución Cubana radicalizó a los jóvenes de alrededor del mundo, especialmente a los estudiantes universitarios [...] En el Perú, el crecimiento de la clase media, la expansión de la educación universitaria en la década de los 50 y 60, la corta duración de los movimientos guerrilleros de mediados de los 60, y las reformas introducidas por el gobierno de Velasco son sólo algunos de los factores que contribuyeron al surgimiento de una generación de investigadores con nuevas perspectivas y agendas. Los nuevos historiadores fueron representativos de una sociedad que estaba pasando por profundos cambios”[10].
En ese sentido, Heraclio Bonilla junto a Manuel Burga, Alberto Flores Galindo, Wilfredo Kapsoli y Nelson Manrique serán considerados como los miembros principales de la Nueva Historia en el Perú Así, todos ellos tuvieron que verse afectados por la coyuntura enunciada líneas arriba. Así, ingresarán a la investigación histórica con el objetivo de contribuir a una profunda transformación social. Los temas eran elegidos en conformidad a su importancia revolucionaria, combinando lo académico con la activa militancia política.[11]
Aquí no pretendemos analizar a cada uno de los miembros de esta generación y sus respectivos temas de investigación. Sólo nos interesa ahondar en la figura de Heraclio Bonilla.
El historiador de La independencia en el Perú [12] era provinciano, provenía de una modesta familia de la ciudad de Jauja. Su padre fue trabajador de uno de los centros mineros norteamericanos asentados en la zona.[13] Recordando esa etapa de su vida, Bonilla nos dice: “pasé casi toda mi infancia en un centro minero donde mi padre trabajaba [...] y allí nació el deseo de comprender este mundo, de hacerlo comprensible a los demás y de contribuir a cambiarlo.” [14] Entonces, las motivaciones fueron desde un principio el fiel reflejo de su propia realidad social que experimentaba. Aquellas serían luego afianzadas a fines de la década del 50 cuando ingresó a estudiar en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. En un comienzo se decidió por estudiar Derecho y en forma simultánea Arqueología. No obstante, sus primeros años en San Marcos transcurrieron con muchas dudas, lo cual lo llevó a abandonar ambas carreras elegidas. Será en esos momentos que, por las recomendaciones de José Matos Mar y José María Arguedas, se inclinó a estudiar Antropología. Aquella disciplina social le permitió conocer la vida peruana y compararla con otras realidades. Los famosos “trabajos de campo” aportaron la experiencia necesaria en Bonilla y su contexto económico y social.[15] Así, después de todo un periplo de indecisiones y elecciones, se graduaría en San Marcos de Bachiller en 1965, presentado un trabajo sobre Las comunidades campesinas tradicionales del valle de Chancay. Un hecho interesante en la vida de Bonilla que sucedió antes de su graduación, sería el encuentro, en una conferencia al cual él asistió, con el historiador Francois Chevalier, fue él quien lo impulsó a terminar su carrera de Antropología y a emprender su inclinación por el estudio histórico.
Entonces, terminado sus estudios en el Perú, Bonilla viaja, inmediatamente, a Europa y es en Francia en donde obtiene el doctorado en Historia por la Universidad de París con su tesis Aspects de L’Histoire Economique et Sociale du Pérou au XIX é Siécle (2 volúmenes, 1970). Así, después de permanecer por siete años en el exterior regresa al Perú. Bonilla venía con todo un bagaje académico actualizado. Es evidente la influencia de los Annales y, fundamentalmente, las enseñanzas de Ruggiero Romano, Pierre Vilar y el contacto cercano de Fernand Braudel, Pierre Chaunu y Francois Chevalier[16]. En sus propias palabras, toda su estadía en Francia lo sintetiza así:
“En 1964 todas las grandes figuras de la historiografía francesa estaban vivas; Pierre Vilar, Labrouse, Fernand Braudel, Pierre Chaunu, Lucien Febvre, Le Goff entre otros, de manera que era realmente un privilegio muy grande asistir a sus clases. Creo que ellos marcaron mi formación.” [17]
También debe destacarse el importante aporte no solo en Bonilla, sino además en toda la Nueva Historia del marxismo althusseriano, la historia social inglesa (E. P. Thompson), la teoría de la dependencia y el estructuralismo.[18] Asimismo, en el ámbito nacional es innegable el apoyo recibido por los trabajos de José Carlos Mariátegui (marxista convicto y confeso), Jorge Basadre y Pablo Macera. Este último ya más ligado a los Annales.
La temática de las investigaciones de la generación de Bonilla iban en dos direcciones: Los estudios de historia económica, influidos por la llamada teoría de la dependencia, y los estudios sobre movimientos sociales que perseguían encontrar otros protagonistas de la historia.[19]
A todo ello, debemos incluir los acontecimientos políticos y sociales que se venían produciendo en el país a partir de 1968. El “Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada” en el Perú marcó el inicio del fin del predominio político de la oligarquía. Los militares:
“Forjaron un plan de gobierno (el Plan Inca) que se proponía implantar las reformas que los partidos reformistas como el APRA y Acción Popular habían prometido pero no cumplido; y todavía más: poner en marcha una tercera vía, ni capitalista ni comunista.”[20]
Así, se tenía la convicción de crear un nuevo modelo de sociedad nacionalista, humanista y democrática.[21]
La historia del régimen militar es conocida en cierta forma. Lo central, en este ensayo, es advertir la enorme influencia de todos esos cambios en la mentalidad y la praxis académica y política de los jóvenes universitarios de entonces. Un ambiente en donde hablar de revolución, cambios estructurales, luchas sociales, liberación nacional, independencia económica, participación popular, etc., era cosa de todos los días. Leamos un extracto del mensaje a la Nación de Velasco a un año del 03 de octubre del 68:
“Estamos viviendo una revolución. Ya es tiempo de que todos lo comprendan. Toda revolución genuina, sustituye un sistema político, social y económico, por otro, cualitativamente diferente [...] Esta revolución se inició para sacar al Perú de su marasmo y de su atraso. Se hizo para modificar radicalmente el ordenamiento tradicional de nuestra sociedad.” [22]
Así, los nuevos historiadores y científicos sociales, inmersos en el contexto de una revolución general, considerarán a la Nueva Historia como un paso hacia la revolución y una revolución en sí misma.[23] Tendrán plena conciencia de la necesidad y la importancia de la transformación de su realidad existente. No se podía ser un intelectual comprometido si no se era revolucionario y no se era revolucionario si no se participaba de la vida política del momento.
La historia, en definitiva, adquiría un valor excepcional. Servía para legitimar el poder establecido o para acabar con él. El gobierno militar lo entendió perfectamente, y la utilizó de acuerdo a sus planes e intereses.
Aquel es el contexto histórico en que el historiador Heraclio Bonilla escribe su ya célebre artículo “La Independencia en el Perú: las palabras y los hechos”. No obstante, como él mismo lo reconoce, existió un hecho que fue, por decirlo así, como el detonante o el explosivo final: La celebración del sesquicentenario de la independencia. Entonces, su publicación fue una respuesta a la borrachera nacionalista que ocasionó dicho acontecimiento nacional[24] así como por la urgencia de una revisión crítica de la historia del Perú.[25]
1971 Y LA CELEBRACIÓN DEL SESQUICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚEs evidente, que a lo largo de la historia, los peruanos estuvimos y estamos acostumbrados a las grandes celebraciones. No falta por allí un motivo cualquiera para desatar todo un acontecimiento. Recordemos, por ejemplo, la fastuosidad desplegada en los recibimientos a los virreyes, en donde toda la ciudad se vestía de gala y mostraba su prestigio y poder. Asimismo, las autoridades eclesiásticas con el apoyo del gobierno, en los tiempos coloniales, y aún ahora, promovían las festividades religiosas. Éstas constituían una ocasión especial para exponer el espíritu cristiano y devoto de los fieles.[26] Tanto los espectáculos, rituales, fiestas y diversiones podemos entenderlos, también, como un instrumento - que utiliza la clase en el poder - para evitar algún desborde popular y mantener un equilibrado control social.[27] Aquellas medidas adoptadas no serán extrañas en la época republicana. La herencia colonial se mantendrá todavía. Los nuevos y distintos gobiernos comprenderán que, para permanecer y legitimar el orden que ellos construyen, deben organizar el tiempo pasado y conformar su imagen en función de sus intereses políticos e ideológicos, es decir, ordenar el pasado a los intereses del presente.[28] Esta premisa, así muchos lo quieran ocultar, es real y existe.
Así, en 1971, el país se preparaba para celebrar los 150 aniversarios de la independencia nacional. El régimen militar de entonces auspició, elaboró e hizo realidad un gigantesco plan con ese fin. Al respecto, es reveladora la consulta de la prensa escrita del período. Si hacemos una revisión de los periódicos solamente en el mes de julio de aquel año, tendremos una idea clara y llegaremos a afirmar lo que Bonilla llamó la borrachera nacionalista del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Encontraremos muchas informaciones, trabajos, artículos, ensayos, reportajes y entrevistas directamente referidas a dicho evento.[29] El gobierno mismo publicó un boletín informativo en donde daba cuenta de los preparativos, concursos, decretos y leyes, inauguraciones, fechas claves, agradecimientos, etc.[30] No obstante, la empresa más espectacular fue la edición y publicación de la Colección Documental sobre la independencia, en más de 100 volúmenes.[31] Además, de la realización en el Perú del V Congreso Internacional de Historia de América. Allí, se reunieron los más “destacados” intelectuales para debatir la problemática independentista.
El Estado, por lo tanto, supo sacar provecho de la euforia nacionalista que él principalmente impulsaba. Así, la historia, y lo que el régimen quería, se transmitía en los colegios, las conmemoraciones y días festivos plasmados en el calendario cívico, los filmes, la televisión y la prensa, la Numismática, los monumentos, el nombre de calles, parques, plazas y avenidas.[32] Se intentaba por ese medio la creación de una conciencia colectiva en concordancia con los ideales nacionales. La historia terminaría convertida en un instrumento del poder político. Y los militares llegarían a difundir la idea de estar realizando la segunda y definitiva emancipación del país.[33]
LA HISTORIA DE UNA POLÉMICA
En respuesta a la borrachera nacionalista de 1971, el Instituto de Estudios Peruanos recopiló y editó un conjunto de ensayos destinados a dar una visión actualizada y crítica del proceso de la emancipación. Aquella publicación originó una polémica encendida, en donde el insulto y la sátira, menos la crítica bien razonada, reinaron a la orden del día.[34] Las principales tesis del libro eran totalmente contrarias a lo que hasta ese momento venía difundiendo la historiografía tradicional. De ahí la confrontación que se produjo. Así, nace la historia de una polémica que termina en un diálogo de sordos en el momento, sin la profundización o el desarrollo de investigaciones que refuten o amplíen lo argumentado por Bonilla y Spalding.
Aquí no pretendemos analizar a cada uno de los miembros de esta generación y sus respectivos temas de investigación. Sólo nos interesa ahondar en la figura de Heraclio Bonilla.
El historiador de La independencia en el Perú [12] era provinciano, provenía de una modesta familia de la ciudad de Jauja. Su padre fue trabajador de uno de los centros mineros norteamericanos asentados en la zona.[13] Recordando esa etapa de su vida, Bonilla nos dice: “pasé casi toda mi infancia en un centro minero donde mi padre trabajaba [...] y allí nació el deseo de comprender este mundo, de hacerlo comprensible a los demás y de contribuir a cambiarlo.” [14] Entonces, las motivaciones fueron desde un principio el fiel reflejo de su propia realidad social que experimentaba. Aquellas serían luego afianzadas a fines de la década del 50 cuando ingresó a estudiar en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. En un comienzo se decidió por estudiar Derecho y en forma simultánea Arqueología. No obstante, sus primeros años en San Marcos transcurrieron con muchas dudas, lo cual lo llevó a abandonar ambas carreras elegidas. Será en esos momentos que, por las recomendaciones de José Matos Mar y José María Arguedas, se inclinó a estudiar Antropología. Aquella disciplina social le permitió conocer la vida peruana y compararla con otras realidades. Los famosos “trabajos de campo” aportaron la experiencia necesaria en Bonilla y su contexto económico y social.[15] Así, después de todo un periplo de indecisiones y elecciones, se graduaría en San Marcos de Bachiller en 1965, presentado un trabajo sobre Las comunidades campesinas tradicionales del valle de Chancay. Un hecho interesante en la vida de Bonilla que sucedió antes de su graduación, sería el encuentro, en una conferencia al cual él asistió, con el historiador Francois Chevalier, fue él quien lo impulsó a terminar su carrera de Antropología y a emprender su inclinación por el estudio histórico.
Entonces, terminado sus estudios en el Perú, Bonilla viaja, inmediatamente, a Europa y es en Francia en donde obtiene el doctorado en Historia por la Universidad de París con su tesis Aspects de L’Histoire Economique et Sociale du Pérou au XIX é Siécle (2 volúmenes, 1970). Así, después de permanecer por siete años en el exterior regresa al Perú. Bonilla venía con todo un bagaje académico actualizado. Es evidente la influencia de los Annales y, fundamentalmente, las enseñanzas de Ruggiero Romano, Pierre Vilar y el contacto cercano de Fernand Braudel, Pierre Chaunu y Francois Chevalier[16]. En sus propias palabras, toda su estadía en Francia lo sintetiza así:
“En 1964 todas las grandes figuras de la historiografía francesa estaban vivas; Pierre Vilar, Labrouse, Fernand Braudel, Pierre Chaunu, Lucien Febvre, Le Goff entre otros, de manera que era realmente un privilegio muy grande asistir a sus clases. Creo que ellos marcaron mi formación.” [17]
También debe destacarse el importante aporte no solo en Bonilla, sino además en toda la Nueva Historia del marxismo althusseriano, la historia social inglesa (E. P. Thompson), la teoría de la dependencia y el estructuralismo.[18] Asimismo, en el ámbito nacional es innegable el apoyo recibido por los trabajos de José Carlos Mariátegui (marxista convicto y confeso), Jorge Basadre y Pablo Macera. Este último ya más ligado a los Annales.
La temática de las investigaciones de la generación de Bonilla iban en dos direcciones: Los estudios de historia económica, influidos por la llamada teoría de la dependencia, y los estudios sobre movimientos sociales que perseguían encontrar otros protagonistas de la historia.[19]
A todo ello, debemos incluir los acontecimientos políticos y sociales que se venían produciendo en el país a partir de 1968. El “Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada” en el Perú marcó el inicio del fin del predominio político de la oligarquía. Los militares:
“Forjaron un plan de gobierno (el Plan Inca) que se proponía implantar las reformas que los partidos reformistas como el APRA y Acción Popular habían prometido pero no cumplido; y todavía más: poner en marcha una tercera vía, ni capitalista ni comunista.”[20]
Así, se tenía la convicción de crear un nuevo modelo de sociedad nacionalista, humanista y democrática.[21]
La historia del régimen militar es conocida en cierta forma. Lo central, en este ensayo, es advertir la enorme influencia de todos esos cambios en la mentalidad y la praxis académica y política de los jóvenes universitarios de entonces. Un ambiente en donde hablar de revolución, cambios estructurales, luchas sociales, liberación nacional, independencia económica, participación popular, etc., era cosa de todos los días. Leamos un extracto del mensaje a la Nación de Velasco a un año del 03 de octubre del 68:
“Estamos viviendo una revolución. Ya es tiempo de que todos lo comprendan. Toda revolución genuina, sustituye un sistema político, social y económico, por otro, cualitativamente diferente [...] Esta revolución se inició para sacar al Perú de su marasmo y de su atraso. Se hizo para modificar radicalmente el ordenamiento tradicional de nuestra sociedad.” [22]
Así, los nuevos historiadores y científicos sociales, inmersos en el contexto de una revolución general, considerarán a la Nueva Historia como un paso hacia la revolución y una revolución en sí misma.[23] Tendrán plena conciencia de la necesidad y la importancia de la transformación de su realidad existente. No se podía ser un intelectual comprometido si no se era revolucionario y no se era revolucionario si no se participaba de la vida política del momento.
La historia, en definitiva, adquiría un valor excepcional. Servía para legitimar el poder establecido o para acabar con él. El gobierno militar lo entendió perfectamente, y la utilizó de acuerdo a sus planes e intereses.
Aquel es el contexto histórico en que el historiador Heraclio Bonilla escribe su ya célebre artículo “La Independencia en el Perú: las palabras y los hechos”. No obstante, como él mismo lo reconoce, existió un hecho que fue, por decirlo así, como el detonante o el explosivo final: La celebración del sesquicentenario de la independencia. Entonces, su publicación fue una respuesta a la borrachera nacionalista que ocasionó dicho acontecimiento nacional[24] así como por la urgencia de una revisión crítica de la historia del Perú.[25]
1971 Y LA CELEBRACIÓN DEL SESQUICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚEs evidente, que a lo largo de la historia, los peruanos estuvimos y estamos acostumbrados a las grandes celebraciones. No falta por allí un motivo cualquiera para desatar todo un acontecimiento. Recordemos, por ejemplo, la fastuosidad desplegada en los recibimientos a los virreyes, en donde toda la ciudad se vestía de gala y mostraba su prestigio y poder. Asimismo, las autoridades eclesiásticas con el apoyo del gobierno, en los tiempos coloniales, y aún ahora, promovían las festividades religiosas. Éstas constituían una ocasión especial para exponer el espíritu cristiano y devoto de los fieles.[26] Tanto los espectáculos, rituales, fiestas y diversiones podemos entenderlos, también, como un instrumento - que utiliza la clase en el poder - para evitar algún desborde popular y mantener un equilibrado control social.[27] Aquellas medidas adoptadas no serán extrañas en la época republicana. La herencia colonial se mantendrá todavía. Los nuevos y distintos gobiernos comprenderán que, para permanecer y legitimar el orden que ellos construyen, deben organizar el tiempo pasado y conformar su imagen en función de sus intereses políticos e ideológicos, es decir, ordenar el pasado a los intereses del presente.[28] Esta premisa, así muchos lo quieran ocultar, es real y existe.
Así, en 1971, el país se preparaba para celebrar los 150 aniversarios de la independencia nacional. El régimen militar de entonces auspició, elaboró e hizo realidad un gigantesco plan con ese fin. Al respecto, es reveladora la consulta de la prensa escrita del período. Si hacemos una revisión de los periódicos solamente en el mes de julio de aquel año, tendremos una idea clara y llegaremos a afirmar lo que Bonilla llamó la borrachera nacionalista del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Encontraremos muchas informaciones, trabajos, artículos, ensayos, reportajes y entrevistas directamente referidas a dicho evento.[29] El gobierno mismo publicó un boletín informativo en donde daba cuenta de los preparativos, concursos, decretos y leyes, inauguraciones, fechas claves, agradecimientos, etc.[30] No obstante, la empresa más espectacular fue la edición y publicación de la Colección Documental sobre la independencia, en más de 100 volúmenes.[31] Además, de la realización en el Perú del V Congreso Internacional de Historia de América. Allí, se reunieron los más “destacados” intelectuales para debatir la problemática independentista.
El Estado, por lo tanto, supo sacar provecho de la euforia nacionalista que él principalmente impulsaba. Así, la historia, y lo que el régimen quería, se transmitía en los colegios, las conmemoraciones y días festivos plasmados en el calendario cívico, los filmes, la televisión y la prensa, la Numismática, los monumentos, el nombre de calles, parques, plazas y avenidas.[32] Se intentaba por ese medio la creación de una conciencia colectiva en concordancia con los ideales nacionales. La historia terminaría convertida en un instrumento del poder político. Y los militares llegarían a difundir la idea de estar realizando la segunda y definitiva emancipación del país.[33]
LA HISTORIA DE UNA POLÉMICA
En respuesta a la borrachera nacionalista de 1971, el Instituto de Estudios Peruanos recopiló y editó un conjunto de ensayos destinados a dar una visión actualizada y crítica del proceso de la emancipación. Aquella publicación originó una polémica encendida, en donde el insulto y la sátira, menos la crítica bien razonada, reinaron a la orden del día.[34] Las principales tesis del libro eran totalmente contrarias a lo que hasta ese momento venía difundiendo la historiografía tradicional. De ahí la confrontación que se produjo. Así, nace la historia de una polémica que termina en un diálogo de sordos en el momento, sin la profundización o el desarrollo de investigaciones que refuten o amplíen lo argumentado por Bonilla y Spalding.
En apreciación de Pablo Macera, quien escribe un comentario al texto antes que se inicie el conflicto, pero que se publica luego de él;
“Después de la reciente contaminación ambiental producida por el Sesquicentenario de la Independencia (1821-1971), debemos agradecer que Heraclio Bonilla traiga voces diferentes y perturbadoras para interrumpir esa celebración.” [35]
No obstante, Macera advierte como anticipando lo que sucedería:
“No basta con señalar un error y destruir una imagen convencional [...]. Esa es una tarea previa pero no suficiente [...] Es necesario por eso dotar a la sociedad peruana de un conocimiento sustitutorio científicamente válido a cerca de la Independencia [...] [Sino] todo lo dicho carecería de importancia y sólo sería un pleito de intelectuales.” [36]
La ultima idea que señala Macera se cumpliría. El pleito de intelectuales empezaría y llegaría hasta la misma prensa escrita.
Así, la tormenta histórica [37] tiene como fecha inicial el 3 de mayo de 1972, a partir del artículo que aparece en la editorial del diario El Comercio, La Interpretación Marxista de los hechos históricos del Perú. Sin embargo, opiniones divergentes y en rechazo a los postulados del libro La independencia en el Perú, se venía dando desde el mes de su publicación en febrero de aquel año.[38]
Volviendo a la editorial que presentó El Comercio, debemos indicar la crítica que se hace a los marxistas por restarles méritos a los peruanos que lucharon por la emancipación de 1821. Para El Comercio era necesario no permitir “que prosperen y se difundan esas interpretaciones marxistas de nuestra historia.” [39] Dos días después, en el mismo periódico, se produce la denuncia del Doctor Alberto Tauro del Pino contra el texto del IEP.[40] Aquel historiador concluye que “la influencia que el libro mencionado está destinado a ejercer es absolutamente negativa.” Además, expresa que los ensayos allí contenido son estudios provenientes de “extranjeros que miran la historia latinoamericana (y por ende peruana) desde una afectada superioridad; y no sólo no la entienden, sino que la deforman.” [41]
Por su parte, el diario La Prensa en su Suplemento Dominical del 7 de mayo desarrolla más el tema. Califica de revisionistas a los historiadores que escriben sobre la incapacidad revolucionaria de los peruanos en 1821. Asimismo, critica la carencia de sustento documental y el carácter abiertamente dogmático y tendencioso de sus afirmaciones ligeramente formuladas.[42] Así, termina afirmado que:
“Por donde se le observe, la visión marxista de la historia peruana, como en general la de cualquier otro país, conduce a conclusiones aberrantes, arbitrarias, carentes de sustentación desde todo punto de vista [...] [y] por más que se esfuercen, no podrán evitar que partiendo de premisas ridículas sólo puedan arribar a conclusiones ridículas.”[43]
Las reacciones no se harán esperar. Los periódicos Expreso y La Nueva Crónica, cada uno a su manera, denunciarán la campaña de típico corte macartista que había iniciado El Comercio y La Prensa, a consecuencia de la publicación del libro La independencia en el Perú. [44] Para el diario Expreso la posición asumida por El Comercio era reaccionaria, porque quería aferrarse al pasado y eternizarlo no permitiendo una revisión crítica y científica de la historia nacional.[45] La Nueva Crónica, por su parte, penetra un poco más en los verdaderos intereses que tiene El Comercio: “Esta campaña inquisitorial y macartista [...] dista mucho de ser solamente una cuestión de historia. Estamos, en realidad, ante una torva maniobra política de la familia propietaria.” [46]
El fin esencial era poner al gobierno en un disparadero de censurar e incluso reprimir el libro. Sin embargo, “El Gobierno no toma posición, ni tiene por qué hacerlo, en un debate que debe ser científico.” [47] Así, se critica duramente dichas maniobras de la prensa reaccionaria y oligárquica. Un título de la editorial de La Nueva Crónica lo demuestra claramente: “La historia: ¿propiedad oligárquica?” [48] En síntesis, tanto el diario Expreso como La Nueva Crónica defienden la libertad de pensamiento y expresión. La necesidad de una revisión crítica de nuestra historia y censuran todo intento represivo.
Una aclaración antes de seguir. Si analizamos la confrontación entre la prensa escrita, nos daremos cuenta que se trata realmente de una oposición aparente entre clases sociales. Las cuales utilizan a la prensa y a la historia para defender sus intereses. Así, es explícito que El Comercio y La Prensa sean asociados a la oligarquía contrarrevolucionaria, mientras que El Expreso y La Nueva Crónica apoyando al gobierno militar. Entonces, ¿no sería sólo un pretexto bien aprovechado por ambos bandos la publicación y las tesis del libro cuestionado? 30 años después de aquel hecho las opiniones parecen confirmar que así fue.
Continuemos con la polémica. El historiador Heraclio Bonilla el 13 de mayo ofreció dos entrevistas. En ellas reafirmó sus argumentos vertidos en su investigación sobre la independencia.[49] Asimismo, hizo un llamado urgente a los jóvenes historiadores para revisar y corregir la Historia del Perú.[50] Porque era imprescindible, a través de aquella revisión, la “elaboración de una lúcida conciencia histórica al servicio de la liberación del hombre, sin duda, la destrucción de una nacionalidad oligárquica.” [51] Y, ante los ataques de los “sacerdotes de la memoria histórica tradicional”, Bonilla termina con esta frase: “critiquen pero no insulten.” [52]
Una tercera entrevista, realizada por Cesar Hildebrandt en la revista Caretas, permite a Bonilla ahondar en sus explicaciones en torno al tema. Sólo me queda destacar el juicio que emite el periodista y que se resume en el mismo título del diálogo: “La herejía de Bonilla. Entrevista al responsable de un saludable escándalo.” [53]
Posteriormente, el propio autor de La Independencia en el Perú, en dos artículos publicados en la revista Sociedad y Política, hace un balance de lo sucedido.[54] En el último de ellos concluye así:
“Este breve artículo no tuvo otro propósito que el de aportar algunos elementos a la discusión sobre la situación de la historia en nuestro medio, el de señalar la profunda debilidad teórica de los supuestos de la Historia reaccionaria y el probar que la necesidad de una revisión crítica de la historia peruana, no es pues el resultado de la obra de malos consejeros o de espíritus escépticos, sino que se funda en exigencias de inobjetable valor científico.” [55]
Finalmente, en 1974, en la introducción de Guano y Burguesía en el Perú, Bonilla expresa, en clara alusión a la crítica que le hiciera dos años antes la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú sobre la carencia de sustento documental en sus argumentaciones;
“Estos estudios [los que hace en Guano y Burguesía] están basados fundamentalmente en los archivos [...] puedo decir que toda afirmación está sustentada por un documento.
“Después de la reciente contaminación ambiental producida por el Sesquicentenario de la Independencia (1821-1971), debemos agradecer que Heraclio Bonilla traiga voces diferentes y perturbadoras para interrumpir esa celebración.” [35]
No obstante, Macera advierte como anticipando lo que sucedería:
“No basta con señalar un error y destruir una imagen convencional [...]. Esa es una tarea previa pero no suficiente [...] Es necesario por eso dotar a la sociedad peruana de un conocimiento sustitutorio científicamente válido a cerca de la Independencia [...] [Sino] todo lo dicho carecería de importancia y sólo sería un pleito de intelectuales.” [36]
La ultima idea que señala Macera se cumpliría. El pleito de intelectuales empezaría y llegaría hasta la misma prensa escrita.
Así, la tormenta histórica [37] tiene como fecha inicial el 3 de mayo de 1972, a partir del artículo que aparece en la editorial del diario El Comercio, La Interpretación Marxista de los hechos históricos del Perú. Sin embargo, opiniones divergentes y en rechazo a los postulados del libro La independencia en el Perú, se venía dando desde el mes de su publicación en febrero de aquel año.[38]
Volviendo a la editorial que presentó El Comercio, debemos indicar la crítica que se hace a los marxistas por restarles méritos a los peruanos que lucharon por la emancipación de 1821. Para El Comercio era necesario no permitir “que prosperen y se difundan esas interpretaciones marxistas de nuestra historia.” [39] Dos días después, en el mismo periódico, se produce la denuncia del Doctor Alberto Tauro del Pino contra el texto del IEP.[40] Aquel historiador concluye que “la influencia que el libro mencionado está destinado a ejercer es absolutamente negativa.” Además, expresa que los ensayos allí contenido son estudios provenientes de “extranjeros que miran la historia latinoamericana (y por ende peruana) desde una afectada superioridad; y no sólo no la entienden, sino que la deforman.” [41]
Por su parte, el diario La Prensa en su Suplemento Dominical del 7 de mayo desarrolla más el tema. Califica de revisionistas a los historiadores que escriben sobre la incapacidad revolucionaria de los peruanos en 1821. Asimismo, critica la carencia de sustento documental y el carácter abiertamente dogmático y tendencioso de sus afirmaciones ligeramente formuladas.[42] Así, termina afirmado que:
“Por donde se le observe, la visión marxista de la historia peruana, como en general la de cualquier otro país, conduce a conclusiones aberrantes, arbitrarias, carentes de sustentación desde todo punto de vista [...] [y] por más que se esfuercen, no podrán evitar que partiendo de premisas ridículas sólo puedan arribar a conclusiones ridículas.”[43]
Las reacciones no se harán esperar. Los periódicos Expreso y La Nueva Crónica, cada uno a su manera, denunciarán la campaña de típico corte macartista que había iniciado El Comercio y La Prensa, a consecuencia de la publicación del libro La independencia en el Perú. [44] Para el diario Expreso la posición asumida por El Comercio era reaccionaria, porque quería aferrarse al pasado y eternizarlo no permitiendo una revisión crítica y científica de la historia nacional.[45] La Nueva Crónica, por su parte, penetra un poco más en los verdaderos intereses que tiene El Comercio: “Esta campaña inquisitorial y macartista [...] dista mucho de ser solamente una cuestión de historia. Estamos, en realidad, ante una torva maniobra política de la familia propietaria.” [46]
El fin esencial era poner al gobierno en un disparadero de censurar e incluso reprimir el libro. Sin embargo, “El Gobierno no toma posición, ni tiene por qué hacerlo, en un debate que debe ser científico.” [47] Así, se critica duramente dichas maniobras de la prensa reaccionaria y oligárquica. Un título de la editorial de La Nueva Crónica lo demuestra claramente: “La historia: ¿propiedad oligárquica?” [48] En síntesis, tanto el diario Expreso como La Nueva Crónica defienden la libertad de pensamiento y expresión. La necesidad de una revisión crítica de nuestra historia y censuran todo intento represivo.
Una aclaración antes de seguir. Si analizamos la confrontación entre la prensa escrita, nos daremos cuenta que se trata realmente de una oposición aparente entre clases sociales. Las cuales utilizan a la prensa y a la historia para defender sus intereses. Así, es explícito que El Comercio y La Prensa sean asociados a la oligarquía contrarrevolucionaria, mientras que El Expreso y La Nueva Crónica apoyando al gobierno militar. Entonces, ¿no sería sólo un pretexto bien aprovechado por ambos bandos la publicación y las tesis del libro cuestionado? 30 años después de aquel hecho las opiniones parecen confirmar que así fue.
Continuemos con la polémica. El historiador Heraclio Bonilla el 13 de mayo ofreció dos entrevistas. En ellas reafirmó sus argumentos vertidos en su investigación sobre la independencia.[49] Asimismo, hizo un llamado urgente a los jóvenes historiadores para revisar y corregir la Historia del Perú.[50] Porque era imprescindible, a través de aquella revisión, la “elaboración de una lúcida conciencia histórica al servicio de la liberación del hombre, sin duda, la destrucción de una nacionalidad oligárquica.” [51] Y, ante los ataques de los “sacerdotes de la memoria histórica tradicional”, Bonilla termina con esta frase: “critiquen pero no insulten.” [52]
Una tercera entrevista, realizada por Cesar Hildebrandt en la revista Caretas, permite a Bonilla ahondar en sus explicaciones en torno al tema. Sólo me queda destacar el juicio que emite el periodista y que se resume en el mismo título del diálogo: “La herejía de Bonilla. Entrevista al responsable de un saludable escándalo.” [53]
Posteriormente, el propio autor de La Independencia en el Perú, en dos artículos publicados en la revista Sociedad y Política, hace un balance de lo sucedido.[54] En el último de ellos concluye así:
“Este breve artículo no tuvo otro propósito que el de aportar algunos elementos a la discusión sobre la situación de la historia en nuestro medio, el de señalar la profunda debilidad teórica de los supuestos de la Historia reaccionaria y el probar que la necesidad de una revisión crítica de la historia peruana, no es pues el resultado de la obra de malos consejeros o de espíritus escépticos, sino que se funda en exigencias de inobjetable valor científico.” [55]
Finalmente, en 1974, en la introducción de Guano y Burguesía en el Perú, Bonilla expresa, en clara alusión a la crítica que le hiciera dos años antes la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú sobre la carencia de sustento documental en sus argumentaciones;
“Estos estudios [los que hace en Guano y Burguesía] están basados fundamentalmente en los archivos [...] puedo decir que toda afirmación está sustentada por un documento.
Espero que esto contente a quienes todavía creen que el oficio de historiador sólo se limita a desempolvar viejos papeles y no a manejar ideas.” [56]
Recordemos, que los historiadores que elaboraron la Colección Documental de la Independencia del Perú, se jactaban de ofrecer un inmenso material para la consulta de aquel proceso histórico. Incluso, llegarían a decir que:
“No se pretende entregar una interpretación peruana de la Independencia, sólo se persigue publicar con el mayor rigor técnico posible, con la mayor exactitud, sin ocultamientos, ni recateos, los más expresivos testimonios de la vida peruana durante la Emancipación. Ese es el contenido de la Colección Documental.” [57]
Nadie duda del enorme aporte que significó los más de 100 volúmenes de documentos impresos. Sin embargo, deben entender estos historiadores que nuestro trabajo no se reduce a dar a conocer solo fuentes, sino el ofrecer una interpretación y explicación histórica. Porque los documentos por sí solos no dicen nada, tenemos que saber interrogarlos. Allí radica nuestra labor esencial. Entonces, no es saludable que los llamados historiadores tradicionales solamente se contentasen con editar documentos, repetir viejas tesis, negándose así a darnos una visión nueva y distinta sobre la independencia. Aquella actitud podría hacernos pensar que para ellos la Historia del Perú en su plan general y la emancipación en particular, ya estaba elaborada en gran parte. Y que sólo quedaba completar o sustentarla mejor. Es así, que las investigaciones de Heraclio Bonilla y de otros científicos sociales que vendrán después (sobre distintos temas), pusieron en cuidados intensivos a la historia tradicional peruana. La revisión científica y crítica se abrió paso y una nueva imagen se empezó a construir desde ese momento.
A continuación, presentamos los principales argumentos tanto de la historia tradicional y la Nueva Historia. No obstante, debemos señalar que hemos agregado algunos aportes historiográficos recientes en la problemática que nos ocupa.
Recordemos, que los historiadores que elaboraron la Colección Documental de la Independencia del Perú, se jactaban de ofrecer un inmenso material para la consulta de aquel proceso histórico. Incluso, llegarían a decir que:
“No se pretende entregar una interpretación peruana de la Independencia, sólo se persigue publicar con el mayor rigor técnico posible, con la mayor exactitud, sin ocultamientos, ni recateos, los más expresivos testimonios de la vida peruana durante la Emancipación. Ese es el contenido de la Colección Documental.” [57]
Nadie duda del enorme aporte que significó los más de 100 volúmenes de documentos impresos. Sin embargo, deben entender estos historiadores que nuestro trabajo no se reduce a dar a conocer solo fuentes, sino el ofrecer una interpretación y explicación histórica. Porque los documentos por sí solos no dicen nada, tenemos que saber interrogarlos. Allí radica nuestra labor esencial. Entonces, no es saludable que los llamados historiadores tradicionales solamente se contentasen con editar documentos, repetir viejas tesis, negándose así a darnos una visión nueva y distinta sobre la independencia. Aquella actitud podría hacernos pensar que para ellos la Historia del Perú en su plan general y la emancipación en particular, ya estaba elaborada en gran parte. Y que sólo quedaba completar o sustentarla mejor. Es así, que las investigaciones de Heraclio Bonilla y de otros científicos sociales que vendrán después (sobre distintos temas), pusieron en cuidados intensivos a la historia tradicional peruana. La revisión científica y crítica se abrió paso y una nueva imagen se empezó a construir desde ese momento.
A continuación, presentamos los principales argumentos tanto de la historia tradicional y la Nueva Historia. No obstante, debemos señalar que hemos agregado algunos aportes historiográficos recientes en la problemática que nos ocupa.
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LA INDEPENDENCIA PERUANA: TESIS PRINCIPALES EN CONFLICTO.
En 1971 las interpretaciones sobre la independencia peruana reconocían al Perú mestizo y unido como el protagonista principal de la lucha por la liberación nacional. Hasta ese momento los argumentos que explicaban dicho desenlace señalaban que en un momento determinado de nuestra historia, los diferentes grupos o clases sociales de la colonia se vieron en la necesidad de buscar el rompimiento con el Imperio español. Así, negros, cholos, mestizos, criollos, castas y algunos españoles mismos, se juntaron, dejando de lado las diferencias sociales y económicas, con la decidida opción de conseguir la independencia nacional. Por ello, la emancipación sería la lucha por el ideal de libertad e igualdad entre todas las clases sociales. Esta tesis era aceptada por la mayoría de círculos académicos del país. Esa cara de la historia se transmitía en todos los niveles de educación. Por ello, hasta el más común de los habitantes peruanos tenía es concepción de la realidad.[58] Sin embargo, en forma contraria, la historia crítica o nueva historia, inaugura sus polémicas y debates constantes a partir del análisis de la etapa de la emancipación peruana. Si hasta ese momento se creía que la independencia fue una acción conjunta de todas las clases sociales del Perú, esta nueva interpretación señaló que antes que un Perú mestizo consiguiera la independencia, un ejército foráneo y externo confluyó a nuestras tierras para imponer la libertad nacional. No pudo ser, se dijo, una acción conjunta de todas las clases sociales, pues en el virreinato peruano existía una gran diferenciación social, que sustentaba su lugar en la pirámide económica y política de la sociedad peruana. El indígena explotado por cerca 300 años no podía ahora pretender manejar los destinos y el porvenir del nuevo país independiente. Peor en el Perú de esa época no existió un líder ni guía que tomara en sus manos la conducción de la empresa emancipadora. Aquel hecho se volverá a observar a partir de 1820, cuando tropas externas comandados por caudillos foráneos consiguieran romper con el predominio político de España. Sino existió un líder o caudillo capaz, peor era imaginar la presencia de una clase dirigente que nos enseñe el camino de la libertad y la independencia. No se estaba en condiciones de ir por aquella vía de cambios radicales. No existía las bases necesarias que sustentaran la ruptura verdadera con la metrópoli. Así, encontramos que las diferentes regiones del virreinato no tenían los mismos intereses ni deseaban la separación definitiva. Las elites regionales se diferenciaban de la de Lima por sus privilegios e intereses disímiles. Un punto resaltante del análisis son los problemas que Jorge Basadre señaló para explicar el transcurso de la vida republicana en el siglo XIX peruano, y que muy bien se acomodan para este momento de la emancipación. En sus palabras, nuestro país asiste al nacimiento de un Estado fragmentado y empírico que reproduce un gran abismo social entre los miembros de la sociedad.
Así, la independencia sería un hecho externo a nuestros propios intereses. O, mejor dicho, ajeno a los intereses de las clases populares, pues los que no deseaban la ruptura con España eran la mayoría de las clases más pudientes y acomodadas de la colonia.
Un dato interesante y curioso que es ilustrativo afirmar, en torno a la polémica iniciada en el verano de 1972, es que el historiador Heraclio Bonilla, antes de hacer público sus ideas y argumentos contrarios a las tesis de la historia tradicional, escribió y publicó un artículo sobre el aspecto económico en la independencia peruana. Paradójicamente, aquel trabajo lo difundió en el periódico oficial del gobierno militar: El Peruano, el 28 de julio de 1971. En su investigación señaló las tesis centrales que luego defendería en su artículo “Las palabras y los hechos”, incluido en el libro La independencia en el Perú. En aquel momento de julio de 1971 no hubo ninguna reacción de la intelectualidad oficial a los argumentos expresados por Bonilla en el suplemento especial del periódico oficial. Mejor dicho nadie le dio importancia. ¿Y cómo empezó entonces esa polémica? ¿Por qué el historiador Tauro del Pino difundió información descalificando las tesis del libro La independencia en el Perú?
Parece ser que fue por pura casualidad y equivocación. Los alegatos de defensa de las tesis nacionalistas peruanas, emprendidas por Tauro del Pino, fueron dirigidos al gobierno militar y publicados luego en el Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, en su número 12 de mayo – agosto de 1972, entre las páginas 91 y 94. En esa misma fecha apareció la denuncia de Tauro del Pino en El Comercio. Pues, el contenido del documento oficial y secreto ya había sido descubierto y sería en el mismo periódico que se difundiría al público peruano.[59] A partir de ese instante comienza la polémica. Heraclio Bonilla y Karen Spalding serán asediados por la prensa escrita e “intimidados” por el régimen de turno. En forma más directa diríamos asechados e insultados por la intelectualidad dominante de los círculos académicos del país. Lo que esa intelectualidad oficial al final buscaba era que el libro La independencia en el Perú sea censurado y se dejase de difundir sus argumentos contrarios a la dignidad nacional. Eso no sucedió, por el contrario, el gobierno utilizó las ideas del texto para señalar que a partir de 1968, es decir, con la dirección de ellos mismos estábamos consiguiendo la segunda y verdadera emancipación nacional. En pocas palabras, los argumentos críticos y polémicos del libro se extendieron en el ámbito peruano por un error de cálculo. Pues, si no llegaba esa “carta secreta” a las oficinas del Comercio, la polémica no hubiera pasado de una discusión entre uno y otro intelectual más. No obstante, ese error permitió el surgimiento público de una nueva manera de reflexionar, analizar, comprender y explicar la historia peruana. La llamada Nueva Historia aparece en el Perú a imitación de la Nueva Historia surgida muchos años antes en Francia. Regresando a la explicación de las tesis en conflicto, al señalar la historia crítica que fue un hecho externo, estaría dándole mucha importancia al contexto internacional para el desencadenamiento de la independencia peruana. Nosotros no somos una isla. Encerrados sobre si mismos. En ese sentido, los hechos sucedidos a partir de la invasión francesa a España en 1808, marcarán la línea de acción en el continente de dominación española. Será entonces un factor exógeno que inicie la ruptura del imperio español en América. Así, no será, como se señaló por la historia oficial, que con la “revolución de Túpac Amaru”, en 1780 se inicie la lucha por la libertad del Perú. El tiempo cronológico avanzaría hasta 1808, año del derrumbe imperial de España por las invasiones foráneas francesas. En síntesis, la independencia en opinión de la Nueva Historia, se calificaría como una “independencia concedida más que obtenida”, “impuesta más que deseada”, en una línea, para historiadores recientes, éramos “libres por imposición” y no por voluntad propia.
Así, el significado de la emancipación era desalentador para el “habitante del pueblo” de la época y ahora para nosotros mismos. La independencia solo transformó el aspecto político de la estructura colonial. Y solo en aquel cambio se observó la exclusión política y social del indígena. Las estructuras sociales y económicas permanecieron en aquellos años casi intactas. La dominación económica cambió de España por el nuevo comercio de Inglaterra. Y el abismo social entre los nuevos “peruanos” se acrecentó en vez de desaparecer. Por ello, Basadre afirmó que durante los inicios de la vida independiente “La estructura social queda efectivamente intacta” [60], más aún, la condición de las masas populares “empeoró durante la república.” [61] Fue al fin de cuentas la independencia una promesa incumplida.[62]
Finalmente, de todo lo expuesto hasta aquí, podemos afirmar que el artículo que escribieron Bonilla y Spalding en 1972, a pesar de su carácter ensayístico y aproximativo, permitió a partir de entonces repensar de historia de la independencia peruana.
Es así, que últimas investigaciones, han permitido matizar las ideas centrales que dieron origen a la polémica de 1972. Por ejemplo, tenemos los trabajos de Charles Walker y Sarah Chambers, quienes reflexionan las relaciones entre sociedad y Estado en el Perú. Específicamente, dirigen sus miradas hacia las regiones y las clases populares en el tránsito de la colonia a la república.
En forma general, para estos historiadores los indios si tuvieron una conciencia política, influyeron en los movimientos en los que formaron parte; negociaron las condiciones de su participación. En pocas palabras, no hubo un silencio popular en la independencia peruana.[63] Asimismo, recalcan que para entender la complejidad de la emancipación es útil estudiarlo en larga duración. En este caso, de la colonia a la república. Pues es allí en donde podemos observar las modificaciones existentes en una sociedad determinada. Porque, en su opinión: “aunque la independencia fue desgarradora, ella no transformó la cultura política en el Perú de la noche a la mañana.”[64] Entonces, es solo el estudio de períodos largos lo que nos permitirá comprender las variaciones estructurales de la sociedad peruana en aquel tiempo.
Con estas ideas los argumentos de Bonilla y Spalding discrepan, pero a la vez se afianzan en algunos puntos esenciales. Un análisis más detallado del mismo será trabajado en un artículo posterior, pues no es el objetivo de esta investigación abordar las ideas actuales y recientes de la emancipación. Solo nos interesó reconstruir la historia de la polémica de 1972.
.
CONCLUSIONES
· Al revisar un libro de historia no basta solamente en comprender su contenido. Se hace necesario conocer al autor. Mas importante aún, indagar y ubicar el contexto histórico en el cual escribió la investigación. Así, la premisa de que “el historiador es hombre de su propio tiempo” es fundamental. Porque explicaría sus motivaciones, intereses y tendencias así como su propia producción historiográfica.
· En base a esta idea, situamos a Bonilla y a toda la Nueva Historia dentro de los acontecimientos y transformaciones que venía ocurriendo en la sociedad peruana y en el ámbito internacional, entre las décadas del 50 y 70.
· Los factores internos y externos nos permiten apreciar que durante ese lapso de tiempo, los nuevos historiadores y científicos sociales, inmersos en el contexto de una revolución general, considerarán a la historia como un paso hacia la revolución y una revolución en sí misma. El gobierno militar no estuvo desligado a dicho pensamiento.
· En el caso de Heraclio Bonilla, debemos agregar la tremenda propaganda política y nacionalista desatada por la celebración del Sesquicentenario de la Independencia. Aquel hecho impulsó, a Bonilla junto con Spalding, a publicar el libro que daría inicio a una polémica que terminó convirtiéndose en un “diálogo de sordos.”
· Nace así la historia de una polémica en donde se insulto y la sátira, menos la crítica bien razonada, reinaron a la orden del día. La historia tradicional versus la Nueva Historia. Incluso, esta confrontación al llegar a los medios de comunicación, mostró la oposición entre clases sociales enfrentadas. Existió, por lo tanto, una relación entre historia, prensa escrita, poder político y opinión pública.
· En síntesis, la historia tradicional volvería a repetir viejas tesis: la independencia como proceso nacional, resultado de la toma de conciencia colectiva de todos los peruanos. Mientras que la Nueva Historia, a través de una revisión crítica, señalaría: la independencia fue traída de fuera y no conseguida por los peruanos. Es decir, una “independencia concedida más que obtenida.”
· Al fin y al cabo, lo esencial que dejó esta “tormenta histórica” fue haber abierto una perspectiva distinta para repensar el proceso independentista en el Perú.
LA INDEPENDENCIA PERUANA: TESIS PRINCIPALES EN CONFLICTO.
En 1971 las interpretaciones sobre la independencia peruana reconocían al Perú mestizo y unido como el protagonista principal de la lucha por la liberación nacional. Hasta ese momento los argumentos que explicaban dicho desenlace señalaban que en un momento determinado de nuestra historia, los diferentes grupos o clases sociales de la colonia se vieron en la necesidad de buscar el rompimiento con el Imperio español. Así, negros, cholos, mestizos, criollos, castas y algunos españoles mismos, se juntaron, dejando de lado las diferencias sociales y económicas, con la decidida opción de conseguir la independencia nacional. Por ello, la emancipación sería la lucha por el ideal de libertad e igualdad entre todas las clases sociales. Esta tesis era aceptada por la mayoría de círculos académicos del país. Esa cara de la historia se transmitía en todos los niveles de educación. Por ello, hasta el más común de los habitantes peruanos tenía es concepción de la realidad.[58] Sin embargo, en forma contraria, la historia crítica o nueva historia, inaugura sus polémicas y debates constantes a partir del análisis de la etapa de la emancipación peruana. Si hasta ese momento se creía que la independencia fue una acción conjunta de todas las clases sociales del Perú, esta nueva interpretación señaló que antes que un Perú mestizo consiguiera la independencia, un ejército foráneo y externo confluyó a nuestras tierras para imponer la libertad nacional. No pudo ser, se dijo, una acción conjunta de todas las clases sociales, pues en el virreinato peruano existía una gran diferenciación social, que sustentaba su lugar en la pirámide económica y política de la sociedad peruana. El indígena explotado por cerca 300 años no podía ahora pretender manejar los destinos y el porvenir del nuevo país independiente. Peor en el Perú de esa época no existió un líder ni guía que tomara en sus manos la conducción de la empresa emancipadora. Aquel hecho se volverá a observar a partir de 1820, cuando tropas externas comandados por caudillos foráneos consiguieran romper con el predominio político de España. Sino existió un líder o caudillo capaz, peor era imaginar la presencia de una clase dirigente que nos enseñe el camino de la libertad y la independencia. No se estaba en condiciones de ir por aquella vía de cambios radicales. No existía las bases necesarias que sustentaran la ruptura verdadera con la metrópoli. Así, encontramos que las diferentes regiones del virreinato no tenían los mismos intereses ni deseaban la separación definitiva. Las elites regionales se diferenciaban de la de Lima por sus privilegios e intereses disímiles. Un punto resaltante del análisis son los problemas que Jorge Basadre señaló para explicar el transcurso de la vida republicana en el siglo XIX peruano, y que muy bien se acomodan para este momento de la emancipación. En sus palabras, nuestro país asiste al nacimiento de un Estado fragmentado y empírico que reproduce un gran abismo social entre los miembros de la sociedad.
Así, la independencia sería un hecho externo a nuestros propios intereses. O, mejor dicho, ajeno a los intereses de las clases populares, pues los que no deseaban la ruptura con España eran la mayoría de las clases más pudientes y acomodadas de la colonia.
Un dato interesante y curioso que es ilustrativo afirmar, en torno a la polémica iniciada en el verano de 1972, es que el historiador Heraclio Bonilla, antes de hacer público sus ideas y argumentos contrarios a las tesis de la historia tradicional, escribió y publicó un artículo sobre el aspecto económico en la independencia peruana. Paradójicamente, aquel trabajo lo difundió en el periódico oficial del gobierno militar: El Peruano, el 28 de julio de 1971. En su investigación señaló las tesis centrales que luego defendería en su artículo “Las palabras y los hechos”, incluido en el libro La independencia en el Perú. En aquel momento de julio de 1971 no hubo ninguna reacción de la intelectualidad oficial a los argumentos expresados por Bonilla en el suplemento especial del periódico oficial. Mejor dicho nadie le dio importancia. ¿Y cómo empezó entonces esa polémica? ¿Por qué el historiador Tauro del Pino difundió información descalificando las tesis del libro La independencia en el Perú?
Parece ser que fue por pura casualidad y equivocación. Los alegatos de defensa de las tesis nacionalistas peruanas, emprendidas por Tauro del Pino, fueron dirigidos al gobierno militar y publicados luego en el Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, en su número 12 de mayo – agosto de 1972, entre las páginas 91 y 94. En esa misma fecha apareció la denuncia de Tauro del Pino en El Comercio. Pues, el contenido del documento oficial y secreto ya había sido descubierto y sería en el mismo periódico que se difundiría al público peruano.[59] A partir de ese instante comienza la polémica. Heraclio Bonilla y Karen Spalding serán asediados por la prensa escrita e “intimidados” por el régimen de turno. En forma más directa diríamos asechados e insultados por la intelectualidad dominante de los círculos académicos del país. Lo que esa intelectualidad oficial al final buscaba era que el libro La independencia en el Perú sea censurado y se dejase de difundir sus argumentos contrarios a la dignidad nacional. Eso no sucedió, por el contrario, el gobierno utilizó las ideas del texto para señalar que a partir de 1968, es decir, con la dirección de ellos mismos estábamos consiguiendo la segunda y verdadera emancipación nacional. En pocas palabras, los argumentos críticos y polémicos del libro se extendieron en el ámbito peruano por un error de cálculo. Pues, si no llegaba esa “carta secreta” a las oficinas del Comercio, la polémica no hubiera pasado de una discusión entre uno y otro intelectual más. No obstante, ese error permitió el surgimiento público de una nueva manera de reflexionar, analizar, comprender y explicar la historia peruana. La llamada Nueva Historia aparece en el Perú a imitación de la Nueva Historia surgida muchos años antes en Francia. Regresando a la explicación de las tesis en conflicto, al señalar la historia crítica que fue un hecho externo, estaría dándole mucha importancia al contexto internacional para el desencadenamiento de la independencia peruana. Nosotros no somos una isla. Encerrados sobre si mismos. En ese sentido, los hechos sucedidos a partir de la invasión francesa a España en 1808, marcarán la línea de acción en el continente de dominación española. Será entonces un factor exógeno que inicie la ruptura del imperio español en América. Así, no será, como se señaló por la historia oficial, que con la “revolución de Túpac Amaru”, en 1780 se inicie la lucha por la libertad del Perú. El tiempo cronológico avanzaría hasta 1808, año del derrumbe imperial de España por las invasiones foráneas francesas. En síntesis, la independencia en opinión de la Nueva Historia, se calificaría como una “independencia concedida más que obtenida”, “impuesta más que deseada”, en una línea, para historiadores recientes, éramos “libres por imposición” y no por voluntad propia.
Así, el significado de la emancipación era desalentador para el “habitante del pueblo” de la época y ahora para nosotros mismos. La independencia solo transformó el aspecto político de la estructura colonial. Y solo en aquel cambio se observó la exclusión política y social del indígena. Las estructuras sociales y económicas permanecieron en aquellos años casi intactas. La dominación económica cambió de España por el nuevo comercio de Inglaterra. Y el abismo social entre los nuevos “peruanos” se acrecentó en vez de desaparecer. Por ello, Basadre afirmó que durante los inicios de la vida independiente “La estructura social queda efectivamente intacta” [60], más aún, la condición de las masas populares “empeoró durante la república.” [61] Fue al fin de cuentas la independencia una promesa incumplida.[62]
Finalmente, de todo lo expuesto hasta aquí, podemos afirmar que el artículo que escribieron Bonilla y Spalding en 1972, a pesar de su carácter ensayístico y aproximativo, permitió a partir de entonces repensar de historia de la independencia peruana.
Es así, que últimas investigaciones, han permitido matizar las ideas centrales que dieron origen a la polémica de 1972. Por ejemplo, tenemos los trabajos de Charles Walker y Sarah Chambers, quienes reflexionan las relaciones entre sociedad y Estado en el Perú. Específicamente, dirigen sus miradas hacia las regiones y las clases populares en el tránsito de la colonia a la república.
En forma general, para estos historiadores los indios si tuvieron una conciencia política, influyeron en los movimientos en los que formaron parte; negociaron las condiciones de su participación. En pocas palabras, no hubo un silencio popular en la independencia peruana.[63] Asimismo, recalcan que para entender la complejidad de la emancipación es útil estudiarlo en larga duración. En este caso, de la colonia a la república. Pues es allí en donde podemos observar las modificaciones existentes en una sociedad determinada. Porque, en su opinión: “aunque la independencia fue desgarradora, ella no transformó la cultura política en el Perú de la noche a la mañana.”[64] Entonces, es solo el estudio de períodos largos lo que nos permitirá comprender las variaciones estructurales de la sociedad peruana en aquel tiempo.
Con estas ideas los argumentos de Bonilla y Spalding discrepan, pero a la vez se afianzan en algunos puntos esenciales. Un análisis más detallado del mismo será trabajado en un artículo posterior, pues no es el objetivo de esta investigación abordar las ideas actuales y recientes de la emancipación. Solo nos interesó reconstruir la historia de la polémica de 1972.
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CONCLUSIONES
· Al revisar un libro de historia no basta solamente en comprender su contenido. Se hace necesario conocer al autor. Mas importante aún, indagar y ubicar el contexto histórico en el cual escribió la investigación. Así, la premisa de que “el historiador es hombre de su propio tiempo” es fundamental. Porque explicaría sus motivaciones, intereses y tendencias así como su propia producción historiográfica.
· En base a esta idea, situamos a Bonilla y a toda la Nueva Historia dentro de los acontecimientos y transformaciones que venía ocurriendo en la sociedad peruana y en el ámbito internacional, entre las décadas del 50 y 70.
· Los factores internos y externos nos permiten apreciar que durante ese lapso de tiempo, los nuevos historiadores y científicos sociales, inmersos en el contexto de una revolución general, considerarán a la historia como un paso hacia la revolución y una revolución en sí misma. El gobierno militar no estuvo desligado a dicho pensamiento.
· En el caso de Heraclio Bonilla, debemos agregar la tremenda propaganda política y nacionalista desatada por la celebración del Sesquicentenario de la Independencia. Aquel hecho impulsó, a Bonilla junto con Spalding, a publicar el libro que daría inicio a una polémica que terminó convirtiéndose en un “diálogo de sordos.”
· Nace así la historia de una polémica en donde se insulto y la sátira, menos la crítica bien razonada, reinaron a la orden del día. La historia tradicional versus la Nueva Historia. Incluso, esta confrontación al llegar a los medios de comunicación, mostró la oposición entre clases sociales enfrentadas. Existió, por lo tanto, una relación entre historia, prensa escrita, poder político y opinión pública.
· En síntesis, la historia tradicional volvería a repetir viejas tesis: la independencia como proceso nacional, resultado de la toma de conciencia colectiva de todos los peruanos. Mientras que la Nueva Historia, a través de una revisión crítica, señalaría: la independencia fue traída de fuera y no conseguida por los peruanos. Es decir, una “independencia concedida más que obtenida.”
· Al fin y al cabo, lo esencial que dejó esta “tormenta histórica” fue haber abierto una perspectiva distinta para repensar el proceso independentista en el Perú.
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[1] Esta investigación fue publicada en su primera versión en septiembre del 2005 en las Memorias del X Simposio Internacional de Estudiantes de Historia organizado por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Esta nueva versión que difundimos ahora en Praxis en la Historia 6, ha sido modificada y ampliada casi totalmente. En el trabajo anterior no conocíamos personalmente al historiador Heraclio Bonilla, en cambio, para esta vez nuestra investigación se ha nutrido de las entrevistas y conversaciones personales que le hiciéramos entre diciembre del 2005 y noviembre del 2006. A él un sincero agradecimiento. Además, mi gratitud a Frank Huamaní por compartir su tiempo conmigo en las entrevistas realizadas, y a María Isabel Aguirre Bello por los comentarios y discrepancias oportunas y útiles al manuscrito original de este trabajo.
[1] Esta investigación fue publicada en su primera versión en septiembre del 2005 en las Memorias del X Simposio Internacional de Estudiantes de Historia organizado por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Esta nueva versión que difundimos ahora en Praxis en la Historia 6, ha sido modificada y ampliada casi totalmente. En el trabajo anterior no conocíamos personalmente al historiador Heraclio Bonilla, en cambio, para esta vez nuestra investigación se ha nutrido de las entrevistas y conversaciones personales que le hiciéramos entre diciembre del 2005 y noviembre del 2006. A él un sincero agradecimiento. Además, mi gratitud a Frank Huamaní por compartir su tiempo conmigo en las entrevistas realizadas, y a María Isabel Aguirre Bello por los comentarios y discrepancias oportunas y útiles al manuscrito original de este trabajo.
[2] Pierre Chaunu. “Interpretación de la independencia de América latina.” En Heraclio Bonilla (Comp.): La independencia en el Perú. Lima: IEP - Campodónico Ediciones. 1972. Pág. 123.
[3] Gustavo Montoya. La independencia del Perú y el fantasma de la revolución. Lima: IEP – IFEA. 2002. Pág. 24.
[3] Gustavo Montoya. La independencia del Perú y el fantasma de la revolución. Lima: IEP – IFEA. 2002. Pág. 24.
[4] Edward H. Carr. ¿Qué es la historia? Barcelona: Editorial Seix Barral, S.A. 1972. Págs. 58-59.
[5] Betford Betalleluz Meneses. “La imagen de la historia Nacional Peruana. Hispanistas, Indigenistas y marxistas. Periodificaciones, proyectos y propuestas de la historiografía peruana del Siglo XX.” En Revista Diálogos N° 7. Paraná: Universidade Estadual de Maringa. 2004.
[6] Sociedad y Política. Año I. Número 2. Octubre de 1972. Pág. 42.
[7] I.S. Kon. El idealismo Filosófico y la crisis en el pensamiento histórico. Buenos Aires: Editorial Platina. 1962. Pág. 242.
[8] Loc. Cit.
[9] Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Pág. 1.
[10] Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Pág. 1.
[5] Betford Betalleluz Meneses. “La imagen de la historia Nacional Peruana. Hispanistas, Indigenistas y marxistas. Periodificaciones, proyectos y propuestas de la historiografía peruana del Siglo XX.” En Revista Diálogos N° 7. Paraná: Universidade Estadual de Maringa. 2004.
[6] Sociedad y Política. Año I. Número 2. Octubre de 1972. Pág. 42.
[7] I.S. Kon. El idealismo Filosófico y la crisis en el pensamiento histórico. Buenos Aires: Editorial Platina. 1962. Pág. 242.
[8] Loc. Cit.
[9] Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Pág. 1.
[10] Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Pág. 1.
[11] Alberto Flores Galindo es el representante de la Nueva Historia que estuvo más vinculado con la militancia política y con los partidos de izquierda.
[12] Hacemos la aclaración que el artículo fue escrito conjuntamente con la historiadora norteamericana Karen Spalding.
[13] Manuel Burga. “Los Annales y la historiografía Peruana (1950 – 1990): mitos y realidades.” En Ciencias Sociales. Año I. Número 1. Lima: Facultad de Ciencias Sociales - UNMSM. 1995. Pág. 25; y Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Págs. 1-2.
[14] Caretas. N° 463. Agosto-setiembre de 1972. Pág. 26.
[15] Daniel Morán y Frank Huamaní. “Entrevista al historiador Heraclio Bonilla.” En El Chasqui. Revista del Centro de Estudios Históricos y Proyección Social. Año III. Número 4. Mayo del 2006. Arequipa – Perú – UNSA. Págs. 92 – 102.
[16] Manuel Burga. “Los Annales y la historiografía Peruana (1950 – 1990): mitos y realidades.” En Ciencias Sociales. Año I. Número 1. Lima: Facultad de Ciencias Sociales - UNMSM. 1995. Pág. 25.
[17] Daniel Morán y Frank Huamaní. “Entrevista al historiador Heraclio Bonilla.” En El Chasqui. Revista del Centro de Estudios Históricos y Proyección Social. Año III. Número 4. Mayo del 2006. Arequipa – Perú – UNSA. Págs. 92 – 102.
[18] Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Pág. 2.
[12] Hacemos la aclaración que el artículo fue escrito conjuntamente con la historiadora norteamericana Karen Spalding.
[13] Manuel Burga. “Los Annales y la historiografía Peruana (1950 – 1990): mitos y realidades.” En Ciencias Sociales. Año I. Número 1. Lima: Facultad de Ciencias Sociales - UNMSM. 1995. Pág. 25; y Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Págs. 1-2.
[14] Caretas. N° 463. Agosto-setiembre de 1972. Pág. 26.
[15] Daniel Morán y Frank Huamaní. “Entrevista al historiador Heraclio Bonilla.” En El Chasqui. Revista del Centro de Estudios Históricos y Proyección Social. Año III. Número 4. Mayo del 2006. Arequipa – Perú – UNSA. Págs. 92 – 102.
[16] Manuel Burga. “Los Annales y la historiografía Peruana (1950 – 1990): mitos y realidades.” En Ciencias Sociales. Año I. Número 1. Lima: Facultad de Ciencias Sociales - UNMSM. 1995. Pág. 25.
[17] Daniel Morán y Frank Huamaní. “Entrevista al historiador Heraclio Bonilla.” En El Chasqui. Revista del Centro de Estudios Históricos y Proyección Social. Año III. Número 4. Mayo del 2006. Arequipa – Perú – UNSA. Págs. 92 – 102.
[18] Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Pág. 2.
[19] Alberto Flores Galindo. “La imagen y el espejo: la historiografía peruana 1910-1986” En Márgenes. Lima: Sur. Número 4. 1988. Págs. 65 - 66.
[20] Carlos Contreras y Marcos Cueto. Historia del Perú Contemporáneo. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. 2000. Segunda Edición. Pág. 309.
[21] La Nueva Crónica. Domingo 12 de marzo y viernes 28 de Julio de 1972.
[22] El Peruano. 4 de octubre de 1969.
[23] Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Pág. 2.
[24] Heraclio Bonilla. Metáfora y realidad de la independencia en el Perú. Lima: IEP. 2001. Pág. 11.
[25] La Nueva Crónica. Suplemento Político. Sábado 13 de mayo de 1972. Pág. III.
[20] Carlos Contreras y Marcos Cueto. Historia del Perú Contemporáneo. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. 2000. Segunda Edición. Pág. 309.
[21] La Nueva Crónica. Domingo 12 de marzo y viernes 28 de Julio de 1972.
[22] El Peruano. 4 de octubre de 1969.
[23] Paulo Drinot. “Después de la Nueva Historia: Tendencias Recientes en la Historiografía Peruana.” 2002. Pág. 2.
[24] Heraclio Bonilla. Metáfora y realidad de la independencia en el Perú. Lima: IEP. 2001. Pág. 11.
[25] La Nueva Crónica. Suplemento Político. Sábado 13 de mayo de 1972. Pág. III.
[26] Magdalena Chocano Mena. La América Colonial (1492-1763). Cultura y vida cotidiana. España: Editorial Síntesis. 2000. Págs. 139-163.
[27] Carlos Lazo García y Javier Tord Nicolini. “Economía y sociedad en el Perú colonial. Movimiento social.” En Historia del Perú. Tomo V. Lima: Editorial Mejía Baca. 1981. Págs. 210 - 218.
[28] Jean Chesneaux. ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores. Madrid: Siglo XXI, editores S. A. 1977. Págs. 29-39.
[29] La lista completa de los periódicos analizados véase en la parte final del trabajo.
[30] Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. En total 19 números entre enero de 1970 y diciembre de 1974.
[31] Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Número 1. Enero – abril de 1970. Pág. 1.
[32] Gustavo Montoya. La independencia del Perú y el fantasma de la revolución. Lima: IEP – IFEA. 2002. Pág. 25; y Jean Chesneaux. ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores. Madrid: Siglo XXI, editores S. A. 1977. Pág. 31.
[33] En 1921, en plena celebración del Centenario de la Independencia del Perú, Leguía daba a entender que a partir de su gobierno se estaba completando la emancipación peruana. Se estaba formando, en su apreciación, la Patria Nueva. Al respecto véase los periódicos de la época (1921).
[34] La Nueva Crónica. Suplemento Político. Sábado 13 de mayo de 1972. Pág. III
[27] Carlos Lazo García y Javier Tord Nicolini. “Economía y sociedad en el Perú colonial. Movimiento social.” En Historia del Perú. Tomo V. Lima: Editorial Mejía Baca. 1981. Págs. 210 - 218.
[28] Jean Chesneaux. ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores. Madrid: Siglo XXI, editores S. A. 1977. Págs. 29-39.
[29] La lista completa de los periódicos analizados véase en la parte final del trabajo.
[30] Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. En total 19 números entre enero de 1970 y diciembre de 1974.
[31] Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Número 1. Enero – abril de 1970. Pág. 1.
[32] Gustavo Montoya. La independencia del Perú y el fantasma de la revolución. Lima: IEP – IFEA. 2002. Pág. 25; y Jean Chesneaux. ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores. Madrid: Siglo XXI, editores S. A. 1977. Pág. 31.
[33] En 1921, en plena celebración del Centenario de la Independencia del Perú, Leguía daba a entender que a partir de su gobierno se estaba completando la emancipación peruana. Se estaba formando, en su apreciación, la Patria Nueva. Al respecto véase los periódicos de la época (1921).
[34] La Nueva Crónica. Suplemento Político. Sábado 13 de mayo de 1972. Pág. III
[35] Textual. Revista de Artes y Letras. Número 4. Junio de 1972. Pág. 78.
[36] Textual. Revista de Artes y Letras. Número 4. Junio de 1972. Pág. 78-79.
[37] La Nueva Crónica. Suplemento Político. Sábado 13 de mayo de 1972. Pág. III.
[38] Fundamentalmente en los periódicos La Prensa y El Comercio.
[39] El Comercio. 3 de mayo de 1972. Pág. 2.
[40] El Comercio. 5 de mayo de 1972. Pág. 5. El documento completo fue publicado en el Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Número 12. Mayo – agosto de 1972. Págs. 91-94.
[41] El Comercio. 5 de mayo de 1972. Pág. 5.
[42] La Prensa. Suplemento Dominical. 7 de mayo de 1972. Pág. 20.
[43] Loc. Cit.
[44] Expreso. Miércoles 10 de mayo de 1972. Pág. 4.
[36] Textual. Revista de Artes y Letras. Número 4. Junio de 1972. Pág. 78-79.
[37] La Nueva Crónica. Suplemento Político. Sábado 13 de mayo de 1972. Pág. III.
[38] Fundamentalmente en los periódicos La Prensa y El Comercio.
[39] El Comercio. 3 de mayo de 1972. Pág. 2.
[40] El Comercio. 5 de mayo de 1972. Pág. 5. El documento completo fue publicado en el Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú. Número 12. Mayo – agosto de 1972. Págs. 91-94.
[41] El Comercio. 5 de mayo de 1972. Pág. 5.
[42] La Prensa. Suplemento Dominical. 7 de mayo de 1972. Pág. 20.
[43] Loc. Cit.
[44] Expreso. Miércoles 10 de mayo de 1972. Pág. 4.
[45] Expreso. Martes 9 de mayo de 1972. Pág. 19.
[46] La Nueva Crónica. Viernes 19 de mayo de 1972. Pág.5.
[47] Loc. Cit.
[48] La Nueva Crónica. Miércoles 24 de mayo de 1972. Pág. 6.
[49] Las tesis principales de ambas historiografías en conflicto serán analizadas más adelante.
[50] Expreso. Sábado 13 de mayo de 1972. Págs. 18-19.
[51] La Nueva Crónica. Suplemento político. Sábado 13 de mayo de 1972. Pág. III.
[52] Loc. Cit.
[53] Caretas Número 463. Agosto – septiembre de 1972. Págs. 25-26.
[54] Sociedad y Política. Año I. Número 1. Junio de 1972. Págs. 51-52.
[55] Sociedad y Política. Año I. Número 2. Octubre de 1972. Pág. 44.
[46] La Nueva Crónica. Viernes 19 de mayo de 1972. Pág.5.
[47] Loc. Cit.
[48] La Nueva Crónica. Miércoles 24 de mayo de 1972. Pág. 6.
[49] Las tesis principales de ambas historiografías en conflicto serán analizadas más adelante.
[50] Expreso. Sábado 13 de mayo de 1972. Págs. 18-19.
[51] La Nueva Crónica. Suplemento político. Sábado 13 de mayo de 1972. Pág. III.
[52] Loc. Cit.
[53] Caretas Número 463. Agosto – septiembre de 1972. Págs. 25-26.
[54] Sociedad y Política. Año I. Número 1. Junio de 1972. Págs. 51-52.
[55] Sociedad y Política. Año I. Número 2. Octubre de 1972. Pág. 44.
[56] Heraclio Bonilla. Guano y burguesía en el Perú. Ecuador: FLASCO. Tercera Edición. 1994. Pág. 34.
[57] El Peruano. Martes 27 de julio de 1971. Pág. 11.
[58] Daniel Morán. “Entre la reforma y la revolución. La independencia peruana: un balance historiográfico.” En Praxis en la Historia. Revista del Taller de Estudios Histórico – Filosóficos. Año III. Número 4. Diciembre del 2005. Lima – Perú – UNMSM. Págs. 111 – 139; y el mismo artículo en Historia 8. Revista de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Número 8. Octubre del 2006.
[57] El Peruano. Martes 27 de julio de 1971. Pág. 11.
[58] Daniel Morán. “Entre la reforma y la revolución. La independencia peruana: un balance historiográfico.” En Praxis en la Historia. Revista del Taller de Estudios Histórico – Filosóficos. Año III. Número 4. Diciembre del 2005. Lima – Perú – UNMSM. Págs. 111 – 139; y el mismo artículo en Historia 8. Revista de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Número 8. Octubre del 2006.
[59] Se dice de buenas fuentes que el documento fue, por equivocación o ¿tal vez con intención? , mandado también al Comercio, cuando en verdad solo debía de dirigirse a los miembros del gobierno militar.
[60] Jorge Basadre y Pablo Macera. Conversaciones. Lima: Mosca Azul Editores. 1974. Pág. 154.
[61] Jorge Basadre y Pablo Macera. Conversaciones. Lima: Mosca Azul Editores. 1974. Pág. 155.
[62] Daniel Morán. “La independencia peruana, una polémica permanente. Reflexiones acerca de la historia y los historiadores.” En Praxis en la Historia. Revista del Taller de Estudios Histórico – Filosóficos. Año I. Número 2. Julio del 2004. Lima – Perú – UNMSM. Págs. 115 – 126. Además se encuentra publicado en monografías.com
[63] Charles Walker. De Túpac Amaru a Gamarra. Cuzco y la formación del Perú republicano, 1780-1840. Cuzco: Centro Bartolomé de Las Casas. 1999. Págs. 113-155; y Sarah Chambers. De súbditos a ciudadanos: honor, género y política en Arequipa (1780-1854). Lima: Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. 2003. Págs. 10-11.
[64] Sarah Chambers. De súbditos a ciudadanos: honor, género y política en Arequipa (1780-1854). Lima: Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. 2003. Pág. 13.
[60] Jorge Basadre y Pablo Macera. Conversaciones. Lima: Mosca Azul Editores. 1974. Pág. 154.
[61] Jorge Basadre y Pablo Macera. Conversaciones. Lima: Mosca Azul Editores. 1974. Pág. 155.
[62] Daniel Morán. “La independencia peruana, una polémica permanente. Reflexiones acerca de la historia y los historiadores.” En Praxis en la Historia. Revista del Taller de Estudios Histórico – Filosóficos. Año I. Número 2. Julio del 2004. Lima – Perú – UNMSM. Págs. 115 – 126. Además se encuentra publicado en monografías.com
[63] Charles Walker. De Túpac Amaru a Gamarra. Cuzco y la formación del Perú republicano, 1780-1840. Cuzco: Centro Bartolomé de Las Casas. 1999. Págs. 113-155; y Sarah Chambers. De súbditos a ciudadanos: honor, género y política en Arequipa (1780-1854). Lima: Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. 2003. Págs. 10-11.
[64] Sarah Chambers. De súbditos a ciudadanos: honor, género y política en Arequipa (1780-1854). Lima: Red para el desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú. 2003. Pág. 13.
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PERIÓDICOS Y REVISTAS
PERIÓDICOS Y REVISTAS
· El Peruano.1969, 1971-72.
· El Comercio. 1971-72.
· La Prensa. 1971-72.
· Expreso. 1971-72.
· La Crónica y La Nueva Crónica. 1971-72.
· Correo. 1971-72.
· Extra. 1971-72.
· Caretas. 1971-72.
· Gente. 1972.
· Textual. 1972.
· Rikchay Perú. 1970-72.
· Sociedad y Política. 1972.
· Boletín Informativo de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.1970-74.